lunes, 11 de noviembre de 2013

El libro

     
          Me encontraste dormida entre párrafos de tinta, y susurraste el nombre que alguien había escrito bajo mi cuerpo. Bastó que tus dedos rozaran mi piel de pergamino para despertarme de este sueño. Allí estaban silenciosas las palabras que nadie pronunciaba, y el eco de tu voz las levantó del papel hacia el infinito.
Trepé por mi propia historia, dejando caer las frases olvidadas, mientras otras nuevas se creaban bajo mis pies. Tú, atrapado en la lectura, devorabas los capítulos ya escritos por otra pluma. Yo, liberada por tu imaginación, encadenaba aventuras para atraerte hacia mí. Te escuché reír y, maravillada, me detuve a contemplarte.
Entonces me viste. Un destello fugaz que atravesó mi mundo y alcanzó el tuyo. Sin miedo, tus dedos trazaron, sobre la página, un puente de puntos suspensivos junto a mí. Corrí con todas mis fuerzas... y salté.