lunes, 24 de diciembre de 2012

Mi nombre es Gabriel

 
He ejercido muchas profesiones a lo largo de mi vida. Fui pastor en la región de Galilea, cultivé tierras a las faldas del monte Tabor, y recorrí el sur de Israel poniendo mis manos y mi trabajo al servicio de quienes lo necesitaban. Parece que esta vida agradó a mi último jefe y, cuando en mi aliento final temí por mi alma, Él me dio unas alas y la eternidad. A cambio, sólo debía acompañarlo en una importante misión.

Pensó que alguien con mis cualidades sería un buen candidato para anunciar buenas nuevas. Al principio supe desenvolverme con soltura en las tareas encomendadas. Mas, poco después, fue obvio que me había sobrevalorado. Pero es que nadie me advirtió del riesgo al que me exponía. No supe del verdadero peso de mis alas, hasta que María me sonrió.

Eso me costó el puesto de trabajo. He de reconocer que aquel percance me abrió nuevos horizontes: me asocié con un tipo extremadamente listo y, de unos siglos a esta parte, soy el responsable del departamento de recursos humanos. Mi nuevo puesto supuso un leve cambio de imagen: un oscurecimiento progresivo de mis alas y, cómo no, convertirme en una deseable tentación para la predecible debilidad humana. 



Inspirada en la frase de El Cuentacuentos: "He ejercido muchas profesiones en mi vida."