jueves, 7 de noviembre de 2019

Cien gaviotas





Planean como cometas grises, mecidas por el viento cálido que mueve nuestra embarcación. Padre me contó que su presencia traería noticias de una costa cercana. Son ya un centenar, y su graznido rasga el mar y perfora los tímpanos, como los chillidos del pequeño Salim cuando tenía hambre. Tras la confusa bruma del agotamiento, puedo verlas descender en círculos, preparándose para el picado.
Una vez vi morir una cebra en la llanura bajo buitres vigías, pero hoy yo no tengo tierra árida para huir, solo agua. Nadie nos dijo que en el Mediterráneo las gaviotas ya no necesitan pescar.

jueves, 5 de septiembre de 2019

Sólidas teorías



Un científico defendía frente a un filósofo la certeza de que las hormigas forman un ejército ordenado cuya estructura siempre mantiene una jerarquía en equilibrio.
Su interlocutor cogió una piedra y la dejó caer sobre el hormiguero. «Esto es el caos», concluyó.

martes, 27 de agosto de 2019

El escritor





El árbol de la sabiduría perdió todas sus hojas, y los libros abandonados quedaron reducidos a cenizas. Pero, cuando el olvido amenazaba con transformar en desierto el último templo, llegó él. Y comenzó la siembra.



sábado, 17 de agosto de 2019

Confusión





La nueva concesión incluye una red subterránea, aún más profunda, para los gusanos de metal. Ahora los demonios se mueven rápido desde el inframundo, y salen a la superficie por la misma boca que los mortales. Desde ahí arriba cada vez cuesta más distinguir a unos de otros.

jueves, 15 de agosto de 2019

PH neutro





La Tierra estuvo estremeciéndose durante mucho tiempo, las tormentas eran cada vez más poderosas, y los humanos no dejaban de buscar respuestas. Pero nadie se hizo las preguntas adecuadas. Cuando llegó la lluvia ácida, solo habían sido capaces de fabricar paraguas para gente básica.

miércoles, 14 de agosto de 2019

Nuestro tiempo inventado o la vida que fuimos perdiendo





El estampido de un beso rebotando en un segundo.
Sexo del bueno en la hora más feliz.
Un día de palabras y miradas.
Siete amaneceres azules.
Un mes de ausencia.
Otro año sin ti.
Espejismo.

martes, 13 de agosto de 2019

Mestizaje




Fue campana de bronce en lo alto de una espadaña, y cañón pirata surcando océanos. Caldero de latón de una bruja, y cerradura de mil puertas intrigantes. Pero apeló a su antigüedad y exigió volver a ser puro. Ahora el cobre vive a oscuras, llevando una vida «corriente».


lunes, 12 de agosto de 2019

Fractura múltiple de falange media


Un diapasón que no oscila. Unas cuerdas que dejan de vibrar. Y, bajo una viga del techo, el movimiento pendular de un músico que perdió su equilibrio.

viernes, 26 de julio de 2019

Vejez




El desierto se antoja infinito cuando no tienes dónde ir. Es una manta dorada que no consigue abrigarme el alma, pero quema la planta de mis pies. Camino para que el agujero de la soledad no me arrastre a su interior, pero la duna es demasiado alta; una lengua amarilla que lame mis recuerdos y los borra sin piedad. Es agotador subir por la nada de mi memoria en dirección al sol. Esa esfera de luz que se inflama al rozarme, y ablanda mis pensamientos como una masa informe de miel. Mil abejas zumban sin cesar, preparadas para devorarlos.
Continúo el ascenso amarrada a mis últimos vestigios: los campos de trigo de mi niñez, el viejo gato romano que ronroneaba en mi regazo para arrastrar la tristeza, estas dos alianzas que hablan de amor y certezas. Solo entonces se suaviza el talud y el suelo se transforma en una playa eterna, huérfana de mar. Es solo un respiro antes de que el corazón me deje sobre la cima de esta montaña.
¿Para qué? El destino le dará la vuelta al reloj de arena de mi tiempo, y cada minúsculo grano volverá a caer sobre mí para terminar enterrándome de nuevo.

jueves, 25 de julio de 2019

Venus




Comienzan a dibujarse arrugas en la superficie del planeta que habita. Unas heridas que se han ido cerrando, y han cambiado su orografía por completo. Ahora hay pequeñas cicatrices que muestran todos los terremotos que agitaron sus entrañas. Pero cada anochecer resurge en medio de la oscuridad, mientras observo absorto su belleza. Y, abrazado a su cuerpo desnudo, le susurro que sigue siendo una diosa. 

jueves, 9 de mayo de 2019

Cementerio andaluz



El viejo Matías es el guardián del camposanto. Cuando lo llaman enterrador, menea la cabeza y mira con displicencia. Solo él sabe que poner a los muertos bajo tierra es un quehacer pequeño comparado con la tarea de convertir ese lugar sagrado en un hogar.
Desde la verja de la entrada, el cementerio parece un pueblo blanco de serranía. Las paredes encaladas y la claridad marmórea de las lápidas han decolorado los ojos azules del anciano, en los que asoma el delicado velo de una incipiente ceguera. Ahora es la luz del día la que le lleva por los senderos empedrados de níveos cantos.
Al acabar la jornada, va en busca de su Carmen. Descansa bajo el jazmín que plantó junto a su tumba. Agosto le regala sombra y el aroma de unas flores que le conducen a su lado. Allí se sienta y le cuenta a media voz que añora sus pies descalzos empapados de espuma de mar y su sonrisa perlada vestida de acento andaluz. Le confiesa que está impaciente por volver a estar con ella y, aunque sabe que bajo aquella losa solo quedan sus huesos de nieve, aún siente cada tarde las caricias silenciosas de sus manos morenas.

sábado, 16 de marzo de 2019

Daltonismo


                                              




Existe una isla en el Pacífico donde, cada atardecer, el sol derrite su esfera dorada al adentrarse en el mar azul, y en la mezcla de sus fluidos se abre un prado de hierba fresca que llega hasta la orilla. Cuentan que la tripulación de las naves que fondean en sus aguas camina como hechizada sobre esta alfombra y se adentra en el interior de una selva aún más verde y blanda a las pisadas. En el sendero, los helechos se enredan en sus piernas y los hacen avanzar hacia el mismo corazón de la ínsula. Allí les aguardan hermosas criaturas con cuerpo de mujer y húmeda piel de musgo, y el deseo de oro muere para despertar una sed primitiva y carnal.
Ningún hombre regresó del embrujo esmeralda de sus miradas, salvo el náufrago que hallaron a la deriva y que relató esta historia. El castigo de sus ojos para distinguir los colores no le permitió contemplar la intensidad de aquel tornasol, y la vegetación lo devolvió, incólume, a la playa. Anhelando sentir el éxtasis que otros probaron, recorre desde entonces sin fortuna los puertos en busca de una embarcación que lo lleve allí de nuevo.


Seleccionado para la Antología 2019 del Concurso de Relatos Cortos de «Esta Noche Te Cuento».


lunes, 18 de febrero de 2019

Vida en paralelo



El puente de madera se mantuvo en pie mientras resistieron los sueños. La noche de diciembre en la que se partió por la mitad, ninguno de los dos había conseguido cruzar al otro lado y, mientras la estructura se hacía pedazos, calcularon la distancia que los separaba.
Habían aprendido a volar desde los acantilados cogidos de la mano, pero esta vez no hubo viento que los impulsara. No saltaron. El miedo a no poder regresar los paralizó. Algo se quemó dentro de ellos y arrasó los recuerdos, convirtiéndolos en jirones.
Cuando los besos desaparecieron tras la espesa nube de humo y las caricias se evaporaron de la piel, las astillas se incendiaron, dejándolo todo reducido a cenizas.
A veces, ella pronuncia su nombre mientras duerme, y su cuerpo tiembla aún intentando cerrar las heridas. Al despertar, el olvido la protege del dolor, pero no deja de preguntarse por qué los inviernos son tan largos.

lunes, 11 de febrero de 2019

El ejército rojo



La vida de mi hermana Martina cabía en un puñado de células. Las más rojas y brillantes que un cuerpo tan menudo como el suyo era capaz de crear. En cada inspiración arrastraba consigo todos sus sueños infantiles y los hacía rodar por interminables senderos que se dispersaban en su interior. El oxígeno viajaba a toda velocidad por una montaña rusa de color carmesí, y mantenía sus mejillas encendidas el mismo tiempo que duraba su risa. Pero, antes de que nuestro juego terminara, su piel volvía a palidecer y el escuadrón de hematíes se batía en retirada.
«Se han quedado sin escudos», decía nuestra madre mientras le inyectaba su dosis de hierro. Ella solo hacía pucheros, pero yo me estremecía con cada pinchazo. Por eso, al irnos a la cama, cambiaba el pulgar en su boca por la chimenea de mi locomotora. Confiaba en que aquella misión de contrabando fuera útil para sus soldados.
Funcionó. Un día aparecieron nuevos batallones ondeando la bandera encarnada.

jueves, 7 de febrero de 2019

Mi peor enemigo



El baúl de los juguetes está cada vez más vacío, pero no consigo verle el fondo. Es agotador estar todo el día tragando muñecos. Por cada peluche engullido, vomito una app y un piercing. Los juegos de mesa me hacen regurgitar una llantina existencial. Esta chica debería crecer más rápido, o me voy a tener que quedar a vivir aquí eternamente.
La culpa es de su mamá. La tengo ya calada. Cuando me despisto, siempre aparece con sus vasos de leche caliente y esos besos tiernos en la frente. Así es imposible que una Adolescencia bien entrenada como yo haga su trabajo. Esa mujer me odia. 


Seleccionado para la Antología «100 palabras para mamá», de El Libro Feroz Ediciones.

sábado, 2 de febrero de 2019

In memoriam





Vuelvo a estar delante del imponente edificio. Siento que de alguna manera mi historia termina en el lugar con más solera de esta ciudad. Observo en silencio el reloj de la fachada y, como si una mano invisible hiciera girar sus agujas a una época que no reconozco, regreso a un presente que me es ajeno. No consigo comprender por qué, sobre la puerta principal, unas letras me anuncian que ha dejado de ser la Facultad de Veterinaria. 
Aunque los naranjos de la entrada siguen impertérritos al paso del tiempo, todo parece haber cambiado en el interior, como si la pátina que cubre todo lo antiguo hubiera desaparecido con la pulcra capa de la modernidad. En este lugar que se erige como sede del Rectorado los ecos de ultratumba rebotan por las paredes de mosaico. Los que pasean ahora por la sólida construcción mudéjar no atinan a descifrar las extrañas cacofonías que se escuchan intramuros. Pero nadie se inquieta por tan singular fenómeno. Descubro que el ruido de los vivos ahoga cualquier vestigio del pasado en medio de la frenética actividad. 
Se ha disipado el olor a formol y desinfectante que ayer impregnaba las batas blancas en nuestro bullicioso ir y venir, aunque, al cerrar los ojos, puedo escuchar cómo chirrían las viejas puertas de madera de las aulas.
En el patio trasero un par de vacas, tan viejas como el establo, mugen resignadas al trasiego de alumnos inexpertos. Poco a poco, los familiares sonidos parecen retornar al espacio que siempre ocuparon. Al abrir los ojos el aire se percibe más espeso, y a la densa atmósfera se unen los golpes de unos cascos al trote sobre el mármol blanco. Como si uno de los jinetes del Apocalipsis hubiera perdido su montura, un caballo de sospechosa tonalidad deja ver su recio esqueleto bajo capas de lacerada musculatura. Tras él otro jamelgo, tan hinchado y verde como un gigantesco globo infantil, se lanza al galope desde el viejo Departamento de Anatomía. Nadie más parece verlos campar a sus anchas, aunque sus relinchos hacen menear la cabeza de ese bedel, que se sacude la extraña contaminación acústica abriendo los ventanales.
Un grupo de ranas, algo chamuscadas, huye del laboratorio de Fisiología. Las descabezadas saltan de lado a lado por la galería, bastante desorientadas, y en su croar acompañan a las que han quedado indultadas en un barreño.
Las ovejas, que tenían su aprisco en uno de los descampados del exterior, pastorean ahora en los jardines de un parque infantil surgido de la nada. Desde la ventana del primer piso puedo verlas en su ingravidez; igual que las descubren un puñado de chiquillos que corren tras ellas imitando sus balidos. Las madres se miran desconcertadas intentando entender el extraño juego de sus criaturas.
Camino intrigado por el corredor principal de la primera planta, donde un grupo de ancianos conversa animadamente. Ignoro qué hacen esos estudiantes que parecen haber envejecido allí mismo. Su manoteo al aire me resulta peculiar hasta que, al aproximarme, descubro el zumbido persistente de un ejército de moscas espectrales. Sonrío al comprobar que los minúsculos insectos alados, que consiguieron aparearse hasta el infinito en experimentos genéticos, han logrado salir de sus tarros y volar hacia la luz, aunque esta provenga del tímido haz que se filtra por los cristales.
Siguen aquí. Todos ellos. Se resisten a marchar, igual que mis recuerdos. Esos que por momentos empiezan a perderse en mi memoria. Ahora lo sé. Los espíritus olvidados de este lugar permanecemos impasibles al paso del tiempo. Aquí se quedaron prendidos mis sueños y las ilusiones que nunca llegué a cumplir. La vida a veces juega malas pasadas, pero los pensamientos de quienes compartieron conmigo mis mejores momentos, esos, siempre me permitirán regresar. Es el sino de los fantasmas. 

Finalista en el XII Certamen Internacional de Relato Breve sobre Vida Universitaria «Universidad de Córdoba».

miércoles, 16 de enero de 2019

Las coordenadas de la sangre

Finalista en el Certamen Internacional Cuentamontes de Cuentos y Relatos de Montaña 2018.


Existen algunas emociones en nuestro interior que permanecen dormidas, hasta que un recuerdo las despierta. A veces, es solo una imagen que ha pasado frente a ti en algún momento de tu vida; otras, es un vestigio latente de nuestro origen, que nos hace emprender un viaje inesperado. Por eso estoy aquí, a los pies de las montañas Gheralta, en la región de Tigray. En Etiopía.
Mi madre suele decir que mi piel es como el ébano, oscura y brillante, igual que la noche en que dejó atrás su tierra. En mi memoria solo hay amaneceres cantábricos de mar espumoso, acunados por el aire del norte. Nunca había conocido ese mundo que aún refleja en sus pupilas, pero me cuenta que un viento cálido empezó a soplar en casa cuando llegaron las preguntas que nunca antes le hice.
Hace unos meses soñé con un sol inmenso y caliente, y escuché el eco de ritmos extraños, que guiaron mis pies hasta el salón. Allí estaba ella, abrazada a su vieja caja de madera. La memoria familiar dormía en el secreto de sus cuatro compartimentos. Por primera vez, descubrí el murmullo del sur en el mapa de nuestra historia, concentrado en la tierra árida; sentí la eternidad, latente en un puñado de semillas; y me perdí en el suave tintineo de una campanilla que acompañaba palabras en su idioma natal. El cuarto hueco no contenía nada. Solo el vacío que deja el hogar cuando no consigues regresar. Supe entonces que era el momento de conocer el lugar que vio nacer a mis padres.
Anudo despacio los cordones de mis botas. Es ya un movimiento tan mecánico que, mientras mis dedos trabajan en la lazada, mis pensamientos se concentran en percibir lo que hay a mi alrededor.
La tierra es seca y amarilla y, de vez en cuando, levanta remolinos de polvo que se pierden entre la escasa vegetación. La aridez del aire reseca mis fosas nasales, tan poco acostumbradas a la falta de humedad, y el silencio solo es interrumpido por el graznido de una rapaz que sobrevuela nuestras cabezas.
Todo es nuevo, y al mismo tiempo me resulta extrañamente familiar. Las mujeres con las que nos hemos cruzado me miran con curiosidad. No las culpo. Debe ser como ver tu propio reflejo en un espejo salido del futuro.
Observo a Ana y a Carmen, a poca distancia, revisando los mosquetones de su arnés. Mis inseparables amigas y compañeras no me han abandonado. Después de infinitas salidas a nuestros montes, no querían dejarme emprender una nueva ruta en soledad. Aunque esta vez el sendero tuviera su inicio a miles de kilómetros de casa. Sin embargo, en la seguridad que me proporciona el escudo de su amistad, sé que han dejado un espacio alrededor de mis emociones. Hoy todas subiremos a lo más alto, pero la búsqueda que impulsará nuestros pasos será diferente para cada una. Los senderos siempre están ahí. Solo esperan al caminante para transformar su manera de mirar el mundo.
Respiro hondo y alzo la mirada para contemplar los redondeados farallones de piedra vertical alzándose en medio de esta llanura. Abuna Yemata Guh. Hacia allí me dirijo.

domingo, 13 de enero de 2019

Las gemelas



El vínculo que las une es muy profundo. Cada tarde, las escucho jugar y reír en su dormitorio. De madrugada, el cuerpo cálido de mi hija Elisa se abraza a mi regazo, mientras María nos contempla inmóvil a los pies de la cama. La echamos de menos.

jueves, 10 de enero de 2019

Libre






Acercándose un poquito más al borde del barranco donde se esconde su decisión final, murmura: ―Sin miedo.
Cuenta mentalmente hasta tres, y salta al vacío. Los recuerdos la mantienen suspendida en el aire unos segundos, antes de empezar a caer. Durante el descenso, se despide del dolor que le consumió las entrañas y de las heridas tatuadas en su cuerpo.
Cuando sus pies al fin tocan el fondo, descubre que se ha vuelto liviana. Es el momento de volar.

domingo, 6 de enero de 2019

De leyendas y mentiras


La sirena se apoyó en la barcaza, y contempló al gallardo marinero. Cantó para él su melodía más dulce y, cuando sintió su mano acariciándole el rostro, su naturaleza se hizo visible. Ella deseó unas piernas para sí. Al primer mordisco, le arrancó una de cuajo.

sábado, 5 de enero de 2019

Protección natural



Mi vivero siempre está lleno de rosas. Las cultivo de todos los colores, y he conseguido obtener variedades sin espinas; pero me niego a modificar la naturaleza de las rojas. Los mensajes de amor deben llevar señales de advertencia. No se puede bajar la guardia.

viernes, 4 de enero de 2019

Nuevos tiempos



Danzaban desnudas alrededor del fuego, mientras el sonido de los cánticos se elevaba tan alto como las mismas llamas. Únicamente salieron del trance cuando aquella catarata les arruinó el aquelarre. El avión cisterna solo necesitó una pasada. 

jueves, 3 de enero de 2019

Martín pescador



Dicen que tiene un sesenta y cinco por ciento de éxito cuando intenta pescar; y es que Martín observa detenidamente su objetivo, para luego lanzarse con los ojos cerrados. Si falla, se queda cogiendo moscas.
Vamos, como todos los pájaros.

martes, 1 de enero de 2019

En todas direcciones





Con la magia que solo unos ojos infantiles pueden desplegar, Helena coloca el coche azul en el alféizar de la ventana. Achina los ojos y crea el efecto óptico deseado. El pequeño descapotable se integra en el paisaje que se dibuja más allá de los cristales.
Ahora está aparcado en la calle. Tras él, puede ver pasar los vehículos a toda velocidad por la carretera, e imagina que algún día será ella la que viaje a sitios increíbles. El destino la observa jugar y va tejiendo los hilos de su futuro. Un maletero con el equipaje que acompañará sus aventuras, las canciones que pondrán melodía a sus pensamientos, las lunas empañadas al calor de risas  y sexo inesperado.
La niña le da cuerda a la llave del deportivo, que sale disparado y se estrella contra el quicio. El impacto lo hace volar hacia el vacío y rodar por el suelo del salón.
En algún lugar, en otro espacio temporal, un parabrisas se hace añicos en un acantilado. Pero eso aún no ha sucedido. Hoy es momento de soñar, y de buscar el juguete favorito de Helena debajo de los sillones.