El
baúl de los juguetes está cada vez más vacío, pero no consigo verle el fondo.
Es agotador estar todo el día tragando muñecos. Por cada peluche engullido,
vomito una app y un piercing. Los juegos de mesa me hacen regurgitar una llantina existencial. Esta
chica debería crecer más rápido, o me voy a tener que quedar a vivir aquí
eternamente.
La
culpa es de su mamá. La tengo ya calada. Cuando me despisto, siempre aparece
con sus vasos de leche caliente y esos besos tiernos en la frente. Así es
imposible que una Adolescencia bien entrenada como yo haga su trabajo. Esa
mujer me odia.
Seleccionado para la Antología «100 palabras para mamá», de El
Libro Feroz Ediciones.
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