lunes, 18 de febrero de 2019

Vida en paralelo



El puente de madera se mantuvo en pie mientras resistieron los sueños. La noche de diciembre en la que se partió por la mitad, ninguno de los dos había conseguido cruzar al otro lado y, mientras la estructura se hacía pedazos, calcularon la distancia que los separaba.
Habían aprendido a volar desde los acantilados cogidos de la mano, pero esta vez no hubo viento que los impulsara. No saltaron. El miedo a no poder regresar los paralizó. Algo se quemó dentro de ellos y arrasó los recuerdos, convirtiéndolos en jirones.
Cuando los besos desaparecieron tras la espesa nube de humo y las caricias se evaporaron de la piel, las astillas se incendiaron, dejándolo todo reducido a cenizas.
A veces, ella pronuncia su nombre mientras duerme, y su cuerpo tiembla aún intentando cerrar las heridas. Al despertar, el olvido la protege del dolor, pero no deja de preguntarse por qué los inviernos son tan largos.

3 comentarios:

  1. Excelente, la forma de expresarte, la idea, la metáfora del puente... Me ha encantado.
    SAludos.

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  2. Posiblemente son tan largos porque se habrá multiplicado el frío de tus protagonistas. Esa capa de olvido es muy fina; protege deficientemente del dolor y no hace nada contra ese frío.
    Gran trabajo, María.

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  3. Tumbas a cualquiera cuando escribes así, aunque tu historia deje una sensación desoladora y un enorme poso de tristeza. Habría que consolarse pensando que no era amor de verdad. Y en el caso de que lo fuera, el olvido no se consigue a voluntad, ni cierra heridas. Creo que eso es lo que dejas ver al final

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