sábado, 30 de abril de 2016

Planeta rojo


  Algún día se derramarán ríos de tinta para contar la barbarie que cometió el hombre, pero las palabras se evaporarán antes de llegar al mar. Entonces solo tendremos que contemplar la Tierra desde el aire, y entenderemos por qué los océanos cambiaron de color.

viernes, 29 de abril de 2016

Doble filo

          
Junto a la iglesia siempre hay dos mendigos. Los feligreses nunca dan su limosna en mano; escogen al que pide en vasija de cerámica. Se aseguran de que el sonido de su generosidad llegue a oídos de Dios. Ignoran que el Diablo también escucha el tintineo de la hipocresía.

miércoles, 27 de abril de 2016

El Cielo en la Tierra

       


 Galileo permanece concentrado mientras observa las estrellas. Su corazón se acelera con cada descubrimiento, y siente que el universo entero se despliega ante sus ojos. La fe del mundo tiembla con sus verdades, esas que los incrédulos tornan en pecado. Mas él sonríe bajo la cúpula abovedada, pues su desafío, lejos de alcanzar a Dios, tiene nombre de mujer. Solo Marina le hace viajar a años luz de este planeta.

Cuando aparta la mirada del telescopio, dibuja con su dedo constelaciones sobre su piel, y se adentra en una ruta estelar que empapa todos sus anhelos. Ella provoca la desbordante curiosidad del maestro y le muestra el lugar exacto donde duerme Venus, un lugar inexplorado en el que sus teorías se vuelven éxtasis para los sentidos. En un arranque malicioso, le pide al astrónomo que le regale la luna como prueba de amor. No hay más filosofía de vida para él que cumplir los deseos de su amante. Y al calor de una noche de junio, embriagados de solsticio, la lleva hasta la laguna. Allí la invita a sumergirse en el plateado reflejo de su otra obsesión. 

martes, 26 de abril de 2016

Suspiros de Cartagena



Mi madre heredó del abuelo una caracola dibujada en la piel. Quiso el mar sellar en su hombro las caricias que un infante de la Marina regaló a una muchacha cartagenera una tarde de primavera. La banda del Tercer Regimiento lanzaba al vuelo los Suspiros del maestro Álvarez en la Plaza de San Sebastián y, ya roto el paso marcial, el joven corneta perdió el rumbo tras las faldas de aquella chica. Cuando el deber destinó al marino hacia otros puertos, quedó atrás el secreto de una mujer encinta, junto a un beso sin retorno. Se llenaron los días de cartas que ella entregaba esperanzada al Mediterráneo y, en el camino de vuelta, susurraba una oración bajo el farol que alumbraba a la Soledad. Y, como de esperas se tejen los milagros, él regresó.
El abuelo nunca imaginó que el beso dormido que ella dejó en sus labios lo devolvería como un tesoro sobre la frente de mi madre.
Dicen que ese día echó amarras y aprendió a navegar en tierra firme. Y, cuando la nostalgia de sal lo invadía, abrazaba a su hija para escuchar, en la marca de su piel, el sonido de las olas.

Relato finalista del IV Concurso de Microrrelatos ELACT "Lola Fernández Moreno". 

domingo, 24 de abril de 2016

Paisaje al óleo de una tormenta de verano



Finalista en el I Concurso de Relatos Villa de Sorihuela, del Ayuntamiento de Sorihuela del Guadalimar (Jaén).

El destino espera paciente su momento, y va dibujando sobre la comarca las historias que habrán de llegar. Si os asomáis con cuidado, podréis sentir cómo agosto llega calentando sin piedad la campiña, atraviesa el olivar de raíces rojas, y se adentra lamiendo los muros de las blancas casas de la villa. Su lengua áspera se enreda en el badajo de las campanas para fundir su tañido. Para quienes conocéis este lugar, bien sabéis que es imposible que el fuego del estío silencie las calles con la duermevela de la siesta.
Es tiempo de festejos, y el pueblo entero rinde honores a su Patrona. Los jóvenes se reencuentran con sus tradiciones, sumergidos en el pasado, y los más ancianos se animan a salir fuera de sus moradas por primera vez en lo que llevamos de año. Los que marcharon en busca de aventuras ya han retornado al hogar para pasar sus vacaciones, y algún forastero, embelesado con esta tierra, se manifiesta dispuesto a quedarse durante una buena temporada.
Así parece que ha sucedido con ese fornido zapatero de tez morena y generosa sonrisa que trabaja en su taller. Apenas hace unos días que llegó con sus útiles y no le falta ya clientela a su pequeño negocio. Si escucháis atentamente, es fácil distinguir los firmes golpes de su martillo terminando algunos encargos. Anda concentrado poniendo tapas nuevas en las botas camperas del joven Antonio, que las destrozó a lomos de su yegua torda en la pasada romería. En la repisa descansan algunos zapatos que han encontrado en el nuevo vecino la salvación a un destino aciago. La vieja Matilde está feliz de que al fin alguien sea capaz de darle una nueva vida a sus cómodas sandalias ya que, sin nadie en los alrededores que pudiera arreglarlas, hubieran acabado en la basura. Los parroquianos se ahorrarán muchos paseos a las villas cercanas ahora que tienen su propio maestro remendón.
Pero volvamos al artesano. Hace escasos minutos que dejó la faena y entró en la casa para asearse. Estrena tanto la camisa como el brillo de los ojos. Su aspecto refleja inquietud, aunque resulta imposible adivinar cuáles son sus intenciones. Habremos de esperar, pues, a que los acontecimientos sigan su curso. Mientras nuestro hombre camina calle abajo, una enorme sombra de nimbos lo acompaña, silenciosa, hacia la plaza. El aire sopla con disimulo y, si observáis el cielo, veréis que un relámpago del atardecer viene anunciando una tormenta de verano. Sin embargo, nadie mira a las nubes; la lluvia tendrá que esperar hasta el final de la jornada, dando tregua al paso de la Santa; lo afirman los devotos convencidos, aunque Tomás, el de las cabañuelas, menea la cabeza e insiste en que ya toca.