sábado, 13 de noviembre de 2021

En los espejos

 


El musical sonido de tus dedos sobre la máquina de escribir me iba a volver loco. Por eso cambié la vieja Olivetti por un silencioso ordenador. He puesto tus libros favoritos en las estanterías más bajas para que no se destrocen cuando vuelan hacia el suelo; y ahora tomo aquellas pastillas con sabor a manzana para dormir cada noche. Es agotador escucharte trabajar a todas horas.

Prometí que te cuidaría hasta el final de mis días, igual que supe que serías escritora para siempre. No entendí aquella frase que me dijiste entonces: «El espíritu de un escritor nunca deja de crear». Y yo, tres meses después, busco tu reflejo por cada rincón de nuestra casa y sigo adorando a tu fantasma.


jueves, 11 de noviembre de 2021

El juego de la oca

 


En mi niñez, el tablero se desplegaba ante mis ojos como un mapa. Cada vez que tiraba mis dados, emprendía un viaje de aventuras volando a lomos de enormes aves que me hacían ir veloz.

―Lo importante es el camino, no el destino ―decía papá ante mi euforia en la última casilla.

Al crecer, aunque la vida me dio refugio en alguna posada, no imaginé el tiempo que pasaría en aquella cárcel sin candado ni esposas, perdido en mi propio laberinto. Por eso, cuando caí en el pozo, creí que nunca escaparía.

Pero hay metas que solo se alcanzan apostando en equipo. Lo supe al ver a mi padre llegar con el viejo juego bajo el brazo, dispuesto a terminar conmigo la partida.


martes, 9 de noviembre de 2021

Igor A. Normal

(Inspirado en la película «El jovencito Frankenstein»)


Mi padre, Igor Antonio Normal Pérez, era un tipo poco agraciado: de aspecto patibulario, quitahipos y jorobado; con ojos saltones y mirada panorámica. Trabajaba de mancebo en una farmacia regentada por un matrimonio joven, sin otro menester que limpiar y ordenar fórmulas magistrales, porque, de feo que era, el dueño no lo dejaba salir a atender para no incomodar a la clientela. Pero el buen hombre supo gestionar el déficit de hermosura con otra gracia. Y, mientras el farmacéutico despachaba recetas a destajo, él se trajinaba a su mujer en la rebotica con su única lindeza.

Parece ser que de ella heredé mi sonrisa pícara y el bamboleo de mis seductores andares; de padre, huelga decirlo.

Siempre estuve convencido de que algún día donarían su cerebro a la ciencia. O lo otro.

Se me acaba de ocurrir una idea.


 

domingo, 7 de noviembre de 2021

Manos de arrullo y costurero


El caserón se ha llenado de una luz inusitada, y un balbuceo infantil inunda las estancias. La llegada de una criatura nueva despierta la ternura de la vieja niñera que tararea una nana para velar su sueño. Pero no puede tocar el cuerpecito con olor a pan mientras el llanto de una madre aterrada quiebre los cristales de las ventanas y haga crecer telarañas en su delantal de encaje.

Paciente, le recordará cada noche que está ahí para cuidar de su bebé. Al final, la locura siempre hace ceder a los vivos.

Y ella podrá regresar a la torre para poder coser sus ojitos de botón, como a todos sus niños.

 

viernes, 5 de noviembre de 2021

Pescadores

 


En su eterna competición por ver quién lo tiene más grande, Alfonso le ha mostrado la foto del último atún que ha pescado. Un ejemplar de doscientos kilos que le restregará por la cara durante el resto de su vida. Mateo, negro de envidia, no para de despotricar de su rival e insiste en que la imagen está trucada.

Esta mañana, tras un estruendo apocalíptico, ha caído del cielo un descomunal escualo destrozando el tejado de su casa. Su mujer grita que ha sido el karma y no un hidroavión del Infoca transportando un polizón, como informan las noticias. Y, mientras la mujer lamenta su mala suerte, Mateo sale feliz al exterior con su cámara, dispuesto a desbancar a «ya sabemos quién».


miércoles, 3 de noviembre de 2021

La larga siesta de mi princesa

 


El día del accidente, las manecillas se desplomaron en tu reloj de pulsera para marcar eternas las seis y media. Y el tiempo, con su obscena crueldad, ha seguido avanzando impasible. Até cada aguja que encontré al instante señalado con los lazos de tu pelo, y he dejado encerrado en tu dormitorio infantil al pájaro cuco, que, desconcertado, ya no puede cantar las horas en punto. Hoy he intentado subir hasta la torre del ayuntamiento para silenciar el carillón que devora los minutos que no controlo, pero tu padre me lo ha impedido.

Yo le he gritado que, aunque me cueste la vida, mantendré intactos tus sueños donde los dejaste dormidos.

Hasta que consigas despertar.


lunes, 1 de noviembre de 2021

La última ronda

 


El viejo Antonio, farol en mano, sube la cuesta del cementerio inglés. Bajo sus pasos cansados solo crujen las flores secas de la buganvilla y, cubiertas por la hojarasca, duermen las lápidas de almas extranjeras enterradas en suelo sacro. Ya son cincuenta los años que el mismo guarda custodia los fuegos fatuos del camposanto abandonado, pero hoy el eterno silencio ha mudado en un murmullo blando y dulzón que lo acompaña en su paseo.

Le escuchó decir a la castañera que la Parca se anuncia con olor a flor marchita, y que uno adivina su hora final cuando observa a los fantasmas vagar al ocaso.

El bueno de Antonio anticipa su muerte con la vista aguada de nostalgia y una soledad íntima que lo ha acompañado durante años, desde que su hermosa Jane le dejó para siempre. La locura hace ceder a los vivos, por eso lleva un rato caminando entre los mausoleos y poniendo rostros a los inquilinos olvidados del lugar, que lo saludan con respeto y gratitud.

Al alcanzar la ansiada tumba, su corazón estalla como un volcán y se quiebran sus piernas. Pero su cuerpo ni siquiera roza el suelo, el abrazo cálido de su amada esposa ha sostenido al vuelo su caída.


Relato ganador del Monstruoscopio 2021, de «Esta Noche Te Cuento».