sábado, 13 de noviembre de 2021

En los espejos

 


El musical sonido de tus dedos sobre la máquina de escribir me iba a volver loco. Por eso cambié la vieja Olivetti por un silencioso ordenador. He puesto tus libros favoritos en las estanterías más bajas para que no se destrocen cuando vuelan hacia el suelo; y ahora tomo aquellas pastillas con sabor a manzana para dormir cada noche. Es agotador escucharte trabajar a todas horas.

Prometí que te cuidaría hasta el final de mis días, igual que supe que serías escritora para siempre. No entendí aquella frase que me dijiste entonces: «El espíritu de un escritor nunca deja de crear». Y yo, tres meses después, busco tu reflejo por cada rincón de nuestra casa y sigo adorando a tu fantasma.