El
viejo Antonio, farol en mano, sube la cuesta del cementerio inglés. Bajo sus
pasos cansados solo crujen las flores secas de la buganvilla y, cubiertas por
la hojarasca, duermen las lápidas de almas extranjeras enterradas en suelo
sacro. Ya son cincuenta los años que el mismo guarda custodia los fuegos fatuos
del camposanto abandonado, pero hoy el eterno silencio ha mudado en un murmullo
blando y dulzón que lo acompaña en su paseo.
Le
escuchó decir a la castañera que la Parca se anuncia con olor a flor marchita,
y que uno adivina su hora final cuando observa a los fantasmas vagar al ocaso.
El
bueno de Antonio anticipa su muerte con la vista aguada de nostalgia y una
soledad íntima que lo ha acompañado durante años, desde que su hermosa Jane le
dejó para siempre. La locura hace ceder a los vivos, por eso lleva un rato
caminando entre los mausoleos y poniendo rostros a los inquilinos olvidados del
lugar, que lo saludan con respeto y gratitud.
Al
alcanzar la ansiada tumba, su corazón estalla como un volcán y se quiebran sus
piernas. Pero su cuerpo ni siquiera roza el suelo, el abrazo cálido de su amada
esposa ha sostenido al vuelo su caída.
Relato ganador del Monstruoscopio 2021, de «Esta Noche Te Cuento».
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