Acercándose
un poquito más al borde del barranco donde se esconde su decisión final,
murmura: ―Sin miedo.
Cuenta
mentalmente hasta tres, y salta al vacío. Los recuerdos la mantienen suspendida
en el aire unos segundos, antes de empezar a caer. Durante el descenso, se
despide del dolor que le consumió las entrañas y de las heridas tatuadas en su
cuerpo.
Cuando
sus pies al fin tocan el fondo, descubre que se ha vuelto liviana. Es el
momento de volar.
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