jueves, 7 de noviembre de 2019

Cien gaviotas





Planean como cometas grises, mecidas por el viento cálido que mueve nuestra embarcación. Padre me contó que su presencia traería noticias de una costa cercana. Son ya un centenar, y su graznido rasga el mar y perfora los tímpanos, como los chillidos del pequeño Salim cuando tenía hambre. Tras la confusa bruma del agotamiento, puedo verlas descender en círculos, preparándose para el picado.
Una vez vi morir una cebra en la llanura bajo buitres vigías, pero hoy yo no tengo tierra árida para huir, solo agua. Nadie nos dijo que en el Mediterráneo las gaviotas ya no necesitan pescar.

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