(Foto: Russell Powell)
Las palabras parecen derretirse bajo la brocha
encolada. Hace mucho que dejó de leer y de entender el mundo a su alrededor.
Sin embargo, como un ritual indeleble en la memoria, su imaginación moldea las
hojas del periódico, transformándolas en figuras de papel maché.
Lo observo en silencio, y el agudo pinchazo de la
nostalgia me hace suspirar. Me acaricia con los dedos aún empapados de goma y
tinta. Sonríe.
―Mañana volveré a verte, papá.
Al salir, el espejo me descubre unas mejillas
manchadas de tintura y la certeza de que los mensajes de amor no necesitan
letras, solo un lugar donde dejar su huella.
¡Qué bonito texto! y ¡qué doloroso ver como alguien a quien queremos envejece perdiendo los recuerdos de toda su vida! Un abrazo fortísimo. Cuídate.
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