Ginebra
prende llamas por donde pasa. Toda ella es inflamable, desde su nombre hasta la
punta de sus pies. Dicen que el leve roce de su boca provoca tal flujo de calor
que ya no queda caballero ni vasallo que no haya explosionado en todo el reino.
Hace unos días la vieron huir a la isla de Lanzarote, harta ya de relaciones
efímeras, en busca del verdadero amor.
Parece
ser que se ha enamorado de un tipo con la manguera mejor preparada para apagar
su fuego. De facto, es el único capaz de dejarla empapada y
sin oxígeno.
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