Comienzan a dibujarse arrugas en
la superficie del planeta que habita. Unas heridas que se han ido cerrando, y
han cambiado su orografía por completo. Ahora hay pequeñas cicatrices que muestran todos los terremotos que agitaron sus entrañas. Pero cada anochecer
resurge en medio de la oscuridad, mientras observo absorto su belleza. Y,
abrazado a su cuerpo desnudo, le susurro que sigue siendo una diosa.
¡Qué romántica hemos amanecido! Un amor hecho de fuego viejo de encina.
ResponderEliminarEl relato, como siempre, sublime.