Ellos
no entienden la sed, ni el dolor de mi piel herida por el sol. Gritan que su
playa no me pertenece; que no podré alcanzar tierra firme.
Llevo
horas observando mis pies descalzos sobre el eterno bamboleo del mar. Hoy no me
reconozco en los ojos de aquellos que creía de mi misma especie.
Quizás
padre no mentía en aquellos cuentos infantiles, y yo sea una sirena. Tal vez
solo tenga que saltar.