He
recorrido océanos de tiempo para encontrarte. Me despojé de mi inmortalidad
para adentrarme en tu mundo, y no me reconociste. Yo te presentí, como se
respira la tierra húmeda antes de que llegue la lluvia. Fue un
hechizo de luna el que cruzó nuestras palabras y atrapó tu mirada.
Al
fin alzaste los ojos y me encontraste esperando tu voz, tu sonrisa... Y
respondiste embrujado, demandando deseos jamás imaginados de aventura, vértigos
y placer. Así me hallaste, tramposa y bruja, reclamando afectos en tu ciega
necesidad y yo, ignorante de la naturaleza humana, vencida a los reclamos de la
piel y los sueños. Eras tú entregado. Anestesiado de conjuros. Pero eras mío.
Maldigo
el instante en que fui tentada por la humanidad de mis ojos y de mis
manos, que aprendieron a adorarte. Te creí libre para sujetar tu vida a la mía
sin más armas que el corazón encendido. Pero al final del día, evaporado el
veneno, tus ojos ya no me vieron y me devolviste a las sombras del
olvido.
Inspirada en la frase de El
Cuentacuentos: "He recorrido océanos de tiempo para encontrarte."
Me gusta, Marí Sur. Con una prosa limítrofe con la poesía nos paseas por los sentimientos, consiguiendo gran profundidad emocional en la pieza.
ResponderEliminarUn saludo.
Sucumbir a un hechizo como ese deja nublados los sentidos, sin duda. Uno desearía que no desaparecieran nunca los efectos, aunque fuera cuestión de brujería. ¿Pero acaso una sonrisa no embruja? ¿Acaso un beso no te deja sin voluntad? Jamás liberaría un amor así. Aunque me condenase. Maravilloso relato María, tan tuyo como siempre.
ResponderEliminarLa magia, del amor añadiría. Precioso relato por el lenguaje y la manera de expresar ese hechizo o veneno como bien remarcas al final.
ResponderEliminarUn abrazo.