Tu ausencia me ha
traído hasta la playa de la Soledad, el lugar donde quedan varados los sueños
imposibles. La arena es más fría a este lado del océano porque apenas llega la
luz de tu sonrisa, y así cuesta mucho mantener caliente el corazón. Incluso la
humedad está impaciente por penetrar en mis huesos, e ignora que las lágrimas
ya se encargaron de inundarme por dentro.
Me temo que la
esperanza hace agua por mis cuatro costados. Debes volver pronto, antes de que
mi maltrecho cuerpo, huérfano de tus caricias, comience a oxidarse y se
convierta en un mascarón de proa abandonado. Yo pasaré el tiempo contando
mareas y liberando suspiros.
Y no te preocupes si,
intuyéndome en la distancia, no aciertas con mi paradero; lanzaré al aire las
burbujas azules donde guardé todos mis besos.