Mi
amor:
Tú
no lo sabes, pero ya es otoño ahí fuera. Tu estación favorita. Aunque hace
tiempo que dejé de mirar los meses en el calendario, algo ha hecho que mis
pasos se detuvieran en mi paseo diario hasta aquí. Ha sido el sonido de las
hojas ocres bajo los pies lo que me ha sacado de mis pensamientos. Solo
entonces he sido consciente de que el viento ha cambiado, ahora hay menos
claridad en el paisaje y hace más frío. Mucho más frío. Es curioso cómo una
minúscula señal en mi cerebro ha desplegado sus hilos por todo mi cuerpo para
provocar un incendio en pleno corazón. Bien podría haber ardido toda la
hojarasca en ese instante, que el mundo me hubiera encontrado esta mañana
convertido en cenizas.
Teníamos
planes para estas fechas. ¿Lo recuerdas? Una escapada hacia el sur para conocer
esos árboles que tanto te gustan. Siempre dices que los baobabs son como los
avestruces del mundo vegetal, que parecen esconderse bajo tierra para hacerse
invisibles y no ver el peligro. Así es mi vida ahora, Elena; como una premonición
que ha puesto mi universo del revés, y tu luz, esa con la que solías iluminar
cada rincón de nuestra casa, ha desaparecido.
Esto
no entraba en nuestros proyectos, ¿verdad? Ninguno pensó jamás que este viaje
lo emprenderías sin mí, sin tu risa contagiosa, sin nuestros sueños. Aquel
maldito cruce decidió que ya no habría más camino que recorrer, y me dejó tu
cuerpo inerte y un destino del que ahora no sé hacerte regresar. Observo esta
cama que te anudó las alas y me pregunto si, cuando despiertes, recordarás cómo
era volar. Porque despertarás, y me encontrarás aquí para darte impulso. No me
canso de decírtelo al oído, de gritártelo en mis besos, de escribírtelo con mi
dedo en la palma de tu mano. Te amo.
He
tenido que perder tu aliento en mis labios para darme cuenta de dónde provenía
el aire que llenaba mis pulmones. Una burbuja de oxígeno se quedó prendida en
tu almohada y, al despertar, me trajo el aroma de tu piel bajo las sábanas.
Otra explotó sobre el sofá donde cada tarde se arremolinaban nuestras palabras,
y me devolvió cada conversación. Tu voz. Nunca te hablé del hambre de caricias
que me provocan tus susurros.
La
más frágil la traigo guardada en el bolsillo. La encontré flotando en un cajón
mientras buscaba el consuelo de tus cosas. Esta la haré estallar en el momento
en que coja tu mano para decirte que nuestra pequeña ha dicho su primera
palabra.
Prométeme
regresar, mi amor, antes de que en mi desesperación consuma mi última bocanada.
Eternamente
tuyo.
Miguel
Segundo premio del XV Certamen de cartas de amor y desamor «Los
Novios de El Mojón», del Ayuntamiento de Teguise (Lanzarote).