Cuentan
que los cuerpos heridos de muerte, por la vejez o la enfermedad, abren puertas
interiores por donde entran y salen los espíritus familiares. La abuela María
solía decir que sus males se habían llevado sus fuerzas para pasear, pero le
habían traído la compañía de sus seres queridos ya fallecidos, quienes la
mantenían al día de presagios y augurios.
Cuando
supo que su momento se acercaba, comenzó a tejer unos guantes y una bufanda de
lana gruesa, pues, de friolera que era, confesaba que lo único que le
desagradaba era el instante del gélido abrazo de la Parca, y quería estar
preparada.
Por
eso nos hemos quedado todos de piedra cuando, sin mediar palabra y con un
tierno beso en la frente, le ha regalado ambas prendas al tío Jesús, al
despertarse hoy de su consabida siesta de verano.
Microrrelato para Esta Noche Te Cuento.
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