Lorea espera, como
cada día, sentada sobre las rocas. Los dedos de sus pies apenas rozan la
superficie del agua, dejando suaves ondas concéntricas que se expanden
hasta desaparecer. El tiempo se detiene en ese lugar; por eso no le pesan los
minutos ni las horas transcurridas junto al mar. Sabe que, más adelante,
él regresará. Solo al ocaso, las alas de Lorea apagan su luz y ella se vuelve
casi terrenal.
Es en ese breve
instante cuando siente con más fuerza la ausencia de su viejo amigo. Añora las
intensas conversaciones llenas de preguntas. Los eternos silencios,
pacientes, sin respuestas, sentados en la cima del mundo. Ella mira
al fondo del océano intentando leer en su azul y, a veces, adivina sobre las
olas escenas de su vida, y lo siente feliz. La naturaleza libre del Calamarada
se sumergió plácida en las rutinas del mar; derrochando su cálido encanto
sobre los seres marinos que, atrapados en su magia, conviven en perfecta
sincronía.
Adormecida en un sueño
mortal, permanece su posada abisal, y en ese mundo él entrega cada
jirón de su piel. Aprende a nadar en un mar en calma, mientras Lorea
aún se agita con las mareas, sin atreverse a sumergirse en su busca. Los
seres del aire temen empaparse más allá de la cintura por miedo a dejar de
volar. Quizás él lo recuerde, y extrañe, por un segundo, respirar de nuevo
junto a ella. Lorea sonríe; presiente que hoy el chapoteo de sus pies desnudos
conseguirá alcanzarlo, donde quiera que esté.
Durante un momento sumergí mis pies junto a Lorea y pude vivir ahí la historia...
ResponderEliminarLo hice con miedo, quizás a mojar las alas que nunca tuve :-)
Saludos.
María tus palabras destilan magia. Un relato de nostalgias y deseos donde se unen seres de distinta naturaleza, que han de reencontrarse. El intenso deseo de Lorea seguro que lo consigue. Cualquiera acudiría a esa llamada. Veo que llevas tiempo sin escribir. No lo dejes.
ResponderEliminarMaría, precioso relato, muy de los tuyos, de los jardines de Lorea. Pero ya es hora de despertarse, desperezar a la pluma y de que el tiempo vuelva a coger su ritmo. Tres meses es mucho detener el tiempo, ¿no te parece?
ResponderEliminarAnda, corre al CuentaCuentos que acaban de publicar la frase para el lunes que viene (y no me vengas con que no tienes tiempo ¿eh? ¡Que nos conocemos!)
Besotes