—No sé —murmura
Manuela, compungida. Entonces se da media vuelta y camina despacio en dirección
a su cuarto, preguntándose por qué mamá siempre se enfada con ella cuando se
pierde algo en casa.
Sentada
delante del tocador, abre el cajón y descubre que las pastillitas azules están
allí. Ahora mamá se pondrá muy contenta cuando sepa que las ha encontrado.
Al
levantar los ojos, el espejo le devuelve la imagen de una anciana de pelo cano,
que no reconoce. Un llanto infantil contrae su frágil cuerpo.
Escalofriante historia. Una microficción muy, muy real. Me ha gustado mucho, María.
ResponderEliminarMuy bueno, el lado oscuro te tiene atrapada...
ResponderEliminarEcho de menos tus historias románticas ^^
Envejecer pero sentir que el tiempo no ha pasado. Duro darse cuenta...
ResponderEliminarAbrazos.
El espejo, silencioso e inerte, observa al otro lado la belleza y complejidad de la vida.
ResponderEliminarMaravilloso micro María
Un micro que eriza la piel. Plasmas una realidad mezclando ternura y dureza, contando una historia que no deja indiferente. No estaba acostumbrado a leerte en este género.Impresionante.
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