Música de acordeón y pandereta acompaña al traqueteo de aquel bazar ambulante. Ya en las afueras, se hace el silencio dentro del carromato. Tras el espeso cortinaje, la joven gitana levanta los naipes en busca de su destino, pero el futuro solo es para los que pagan con oro su buenaventura. También enmudece la bola de cristal que, empañada de lágrimas, resbala de sus manos escapando de la carreta. Al asomarse, una imagen se refleja en el vidrio antes de hacerse añicos: el cielo abierto y un camino infinito.
Solo los pájaros escucharon el tintineo de sus cascabeles al saltar.
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