Se
alzan impasibles los cipreses, mientras el olvido lame las piedras y convierte
en ruinas los muros del cementerio. Ya no tañen las campanas a réquiem, y las
lápidas duermen anónimas bajo el polvo. Tras la cancela, vagan las almas en pena
llamando a sus seres queridos.
Chirrían
las bisagras que anuncian compañía, mas solo es el viento; el mismo que apagó
las velas tiempo atrás. Los vivos partieron del pueblo en busca de un porvenir,
y se llevaron en las maletas los recuerdos, dejando a sus muertos en el
camposanto.
Nadie
les fue a avisar.
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