Al
entrar en el vagón, descubrí aquel ejemplar abandonado. Tenía las cicatrices de
los libros mil veces cazados y en él se leían los nombres que hicieron suya
aquella historia de corsarios. Esas firmas debieron mutar su naturaleza, pues, al
abrirlo, una ola me arrastró hasta mi parada, a cuatro mareas de distancia.
Cuando
volví a la realidad, aún salía arena de mis bolsillos; y, como si fuera un
tesoro, lo liberé en el mismo lugar donde lo encontré.
Supe
que había sido presa fácil al cruzarme con aquella chica que, desorientada,
caminaba por el andén empapada de mar.
Finalista en el IV Concurso de Microrrelatos del Ayuntamiento de
Godella (Valencia).
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