La mirada oscila de nuevo
borracha en el deseo,
y queda flotando,
casi a la deriva,
hasta que la vuelves a sostener,
cálida y tendenciosa,
cada vez más nuestra,
menos esquiva.
Alcanzamos a desnudar
los parpadeos con disimulo,
entre el tornasol avellana
de tu intención
y el oleaje verde
de mis mareas.
Así me observas cuando
rindo mis ojos a tu pensamiento,
y anclo mis pupilas a la perversa
llamada de este hechizo.
Te veo, fugaz e incierto.
Me ves, intuyendo tu naufragio.
La piel habla,
en frases cortas
de manos frías
y palabras aladas.
La espera agónica
de la métrica en descenso,
y la distancia rota.
El hambre en los gestos,
vivos y punzantes,
para intentar
prender el fuego
y el cuerpo a cuerpo.
Tocada y hundida
la lucha en los dedos,
que se sabe inútil
y rinde sumisa
la línea del cuello,
y el tacto de tu sonrisa
en mis yemas.
Y el anhelo de tocar el cielo
en la curva de tu boca.
Me sientes en ondas concéntricas
vibrar en tus sueños,
sediento, amarrado a mi pelo.
Eso quiero.
El instinto desprende
el tramposo perfume
de un juego.
Un olor tibio y dulzón
que aturde la conciencia
y gana la partida.
El aroma de la tentación
dormitando en tu cabello,
donde dejo un suspiro paciente
y callo un susurro varado,
confiando en que vengas
a despertarlo.
Ya huele a ti mi memoria,
y el estímulo febril
que despierta tanta voracidad.
Eres tú quien tatúa
sin esfuerzo mi voluntad,
el lugar prohibido
que estimula mi nariz
y anuncia tormentas afrutadas.
Gime invisible una súplica
en tu oído para quebrar
la postura de este lado,
en el embrujo de tu voz
pronunciando mi nombre.
Muere al instante el miedo
y nace un placer secreto.
Te escucho anudar
el día a la noche,
donde recita el diablo
sus lecciones,
e invento tramposa
cómo tornarme en promesa.
La que deseas oír.
Un canto de sirenas
que anestesie tus células
y te agite con mis palabras.
En esa cadencia sutil
que te invita a perderte
en mí, en mi caos.
La respiración contenida
al borde de un abismo,
y mi mente enredada en tu lengua,
antes incluso que la certeza.
Tienta el sabor
de un mordisco en deshielo,
y fundirnos en negro.
Ya me tienes.
Arde en los labios
un beso en espera.