martes, 25 de enero de 2022

Cinco sentidos


 

La mirada oscila de nuevo

borracha en el deseo,

y queda flotando,

casi a la deriva,

hasta que la vuelves a sostener,

cálida y tendenciosa,

cada vez más nuestra,

menos esquiva.

 

Alcanzamos a desnudar

los parpadeos con disimulo,

entre el tornasol avellana

de tu intención

y el oleaje verde

de mis mareas.

 

Así me observas cuando

rindo mis ojos a tu pensamiento,

y anclo mis pupilas a la perversa

llamada de este hechizo.

Te veo,  fugaz e incierto.

Me ves, intuyendo tu naufragio.

 

La piel habla,

en frases cortas

de manos frías

y palabras aladas.

La espera agónica

de la métrica en descenso,

y la distancia rota.

 

El hambre en los gestos,

vivos y punzantes,

para intentar

prender el fuego

y el cuerpo a cuerpo.

 

Tocada y hundida

la lucha en los dedos,

que se sabe inútil

y rinde sumisa

la línea del cuello,

y el tacto de tu sonrisa

en mis yemas.

 

Y el anhelo de tocar el cielo

en la curva de tu boca.

Me sientes en ondas concéntricas 

vibrar en tus sueños,

sediento, amarrado a mi pelo.

Eso quiero.

 

El instinto desprende

el tramposo perfume

de un juego.

Un olor tibio y dulzón

que aturde la conciencia

y gana la partida.

 

El aroma de la tentación

dormitando en tu cabello,

donde dejo un suspiro paciente

y callo un susurro varado,

confiando en que vengas

a despertarlo.

 

Ya huele a ti mi memoria,

y el estímulo febril

que despierta tanta voracidad.

Eres tú quien tatúa

sin esfuerzo mi voluntad,

el lugar prohibido

que estimula mi nariz

y anuncia tormentas afrutadas.


Gime invisible una súplica

en tu oído para quebrar

la postura de este lado,

en el embrujo de tu voz

pronunciando mi nombre.

Muere al instante el miedo

y nace un placer secreto.

 

Te escucho anudar

el día a la noche,

donde recita el diablo

sus lecciones,

e invento tramposa

cómo tornarme en promesa.

La que deseas oír.

 

Un canto de sirenas

que anestesie tus células

y te agite con mis palabras.

En esa cadencia sutil

que te invita a perderte

en mí, en mi caos.


La respiración contenida

al borde de un abismo,

y mi mente enredada en tu lengua,

antes incluso que la certeza.

 

Tienta el sabor

de un mordisco en deshielo,

y fundirnos en negro.

Ya me tienes.

Arde en los labios

un beso en espera.

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