El quinto desafío hace un
retrato de tres generaciones de una misma familia. Esta es la primera de tres
historias que se desarrollan en el mismo Estado: California.
Siempre que los
pensamientos vuelven al pasado, rescatan de nuestra memoria momentos que marcaron a
fuego nuestra vida. No importa la naturaleza de aquellos acontecimientos. Unos
fueron memorables y otros abrieron heridas incurables. De lo que no cabe
ninguna duda es que todos ellos nos hicieron sentir que estábamos vivos.
California, 1977.
La puerta se abrió,
dejando escapar ese olor inconfundible, mezcla de cuero y tabaco, que
impregnaba el despacho. Un muchacho joven, de unos veinte años, salió de la
habitación con paso decidido hacia el vestíbulo y abandonó la casa por la
puerta principal.
Dentro de aquella estancia,
un hombre de mediana edad permanecía recostado sobre un cómodo sillón, mirando
por la ventana. Peter Saint-James tenía una expresión sonriente, fiel reflejo de la enorme satisfacción que
estaba sintiendo en aquel instante. Se levantó para poder ver mejor a través
del cristal, y observó cómo el chico se ponía al volante de su Ford Mustang y se
alejaba, dejando un rastro de polución humeante tras él.
Desde aquella
posición, podía contemplar cómo la campiña se extendía frente a él. La fértil
tierra se hallaba cubierta por miles de vides que, en todo su esplendor,
esperaban el momento de la vendimia. Aquel paisaje era el fruto de una vida de
trabajo. El esfuerzo de una generación que había dejado, en cada cosecha, un
pedazo de su historia.
Regresó hasta el
escritorio para buscar su pipa, y la encendió siguiendo un cuidadoso ritual.
Entre el humo blanco podía ver el viejo retrato de su padre colgado en la
pared. Recordaba aquel porte elegante y distinguido que siempre le acompañaba.
Le parecía estar viéndolo, peinado hacia atrás y con aquel delgado bigote,
siempre fumando habanos. Cuando era niño le disgustaba profundamente el olor de
sus puros. Nunca se lo dijo. Sonrió para sí. Seguramente, si lo viera ahora
fumando en pipa, diría que aquello no era propio de caballeros.
Mientras el
tabaco se quemaba, sus pensamientos se alejaban más allá de aquella estancia, a
miles de kilómetros. Pensó en qué distinto habría sido todo si su padre no
hubiera decidido regresar desde Chile. Los motivos que llevaron a su familia a
Sudamérica no fueron otros que buscar nuevos proyectos para invertir la pequeña
fortuna familiar, sumada a los ingresos de su padre como ingeniero. Después de
participar en la construcción del Golden Gate, quiso cambiar de aires y el país
elegido fue Chile. Durante aquellos años de su adolescencia no supo muy bien a
qué se dedicaba su padre; él simplemente se limitaba a crecer en un país cuyos
olores y sabores ya había hecho suyos. Pero, al contrario de lo que él pensaba,
aquella etapa estaba tocando a su fin.