Tras mil chocolates para combatir
la piel erizada cada vez que nos rozábamos, ya no fui capaz de tomar otra taza
con él. Miré dónde colocar el libro en un rincón de la estantería. Entró en el
aula, ya vacía, para susurrarme al oído: —Definitivamente, se acabó el chocolate…
Presionó su cuerpo sobre el
mío, y me hizo girar con sus manos. Su boca devoró la mía; después… vértigo.
Yo siempre he pensado que lo del sustitutivo era un cuento chino que se inventaron los que estaban a dos velas para consolarse... porque yo sólo noto el efecto en las cartucheras jajjajaajja
ResponderEliminarMe ha encantado el estilo que has conseguido para contarlo XDD