Un minuto, en el frágil mundo de las miradas, fue bastante para
que volviera a la vida. Un solo instante para olvidar los años que pasó
sumergido en el abismo de las palabras, añorando su rostro. En aquel tiempo,
transformaba la tinta de su pluma en mil historias que la nombraban una y otra
vez. Su anhelo por verla de nuevo se reflejaba en las páginas que esperaban,
desnudas, su nostalgia. Él las vestía de deseos que ojos extraños devoraban sin
leer entre sus líneas. Dejaba en ellas trozos de su alma, destellos de esa luz
que tanto amaba.
Aquella mañana, el autor de infinitos libros paseó sus dedos suavemente sobre
las hojas de su última obra, y salió a buscar a su musa, a la mujer que hizo de
él un poeta. Dejó atrás su destino, las ataduras de su antigua vida, sus
mentiras y sus miedos. Ella aún le esperaba, en la sosegada paz de su pasado.
Igual que mensajes de amor, había hallado sus libros y guardado para sí una a
una la verdad de sus relatos. Él jamás volvió a buscar su pluma, ni a teñir de
tinta sus sueños. Ahora era su espíritu el que narraba su historia sobre los
labios de su musa.
Es precioso María, con lo difícil que era escribir sin la "c" y te ha salido de miedo ¡Qué pena que yo no pueda votarte!... pero mi voto lo tienes.
ResponderEliminar¿Cuando terminaste de escribirlo no veías "ces" por todas partes? Yo ya tengo dos sin letras, el de "La chica del vestido verde" lo tuve que escribir sin la "h", no recuerdo si te lo conté.
¡Besotes!