Después de mil
hechizos, el mago se dio por vencido. Jamás lograría sacar sus sueños de
aquella bola de cristal donde habían quedado atrapados. Nunca antes le había
importado demasiado que estuvieran allí. Cada vez que su mente creaba una
historia, una pequeña luz se encendía dentro de aquella frágil esfera y, desde
fuera, podía observar cómo sus fantasías cobraban forma en su interior.
Pero un día, la soñó a
ella. Una criatura celestial que llegó una noche de verano. Aún percibía el
aroma de su piel y la suavidad de sus labios, su risa cálida y el fuego de sus
ojos. La sintió tan real que, al despertar, su ausencia se clavó en su corazón
produciéndole un dolor insoportable.
La buscó en su burbuja
atrapasueños y allí la halló. Parecía perdida, a la espera de sus palabras, con
el mismo anhelo que él: volverse a encontrar. Angustiado buscó, en sus libros
de magia, el sortilegio que liberara sus sueños de aquella cárcel encantada,
mas todo fue inútil. Estaba condenado a vivir sin ella si no lograba encontrar
las palabras que la hicieran regresar.
Cada día se sentaba a
contemplarla, mientras ella dibujaba, en el aire, símbolos que era
incapaz de interpretar. Verla y no poder acariciarla le estaba rompiendo
el alma. Un día ya no pudo más y, en plena desesperación, estrelló la bola
contra el suelo. Hacerla desaparecer dolería menos que no volver a tocarla
jamás.
La esfera de cristal
se hizo añicos y, en un remolino de luz, los sueños se iban disipando
derramando colores y figuras por doquier. Los recuerdos del pasado se hilaban
en finas hebras desde una delicada madeja buscando su fin; y allí la
encontró a ella. Brillante, preciosa, justo como la soñó. Todo se
desvanecía frente a él.
Solo un instante le
bastó para llegar a su lado y abrazar su cuerpo de luz. Le entregó el beso más
deseado, y ella deslizó su dedo sobre la palma de su mano, dibujando los signos
tantas veces trazados.
Por fin él lo
entendió, dos palabras indelebles grabadas sobre su piel: “Te quiero”. La clave
para llegar a ella y liberarla. Pero, cuando el mago al fin pudo entender, su
sueño amado...se evaporó.
Un microrrelato de realismo mágico donde se pone de manifiesto que en el amor los pequeños detalles cuentan, y que decir "te quiero" más a menudo puede salvar relaciones destinadas a romperse.
ResponderEliminarA veces esas dos palabras cuestan más pronunciarlas que un discurso ante una plaza abarrotada, aunque también es cierto que si siente salen solas.
Un buen Viernes Creativo.
Abrazos.