El eco de tu voz se
expande por mi mente, y mis neuronas, excitadas, multiplican por mil sus
conexiones. Así descubrí por qué erizas mi piel cuando me tocan tus manos; o
dónde se va el aire, que no llega a mis pulmones, si respiras frente a
mí. Sometes mi boca al pulso de tus labios y, ya perdida, sin razón ni
voluntad, te haces dueño de mis actos.
Ahora, en la
distancia, contraídas las pupilas por tu ausencia, hallaré la manera de cortar
los minúsculos hilos que te atan a mis pensamientos. De nuevo seré libre.
Nunca más seré feliz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario