miércoles, 26 de abril de 2017

Pecado original


Cuentan que, cada tarde, el ángel guardián la observaba tomar el sol vestida de inocencia y desnuda de tentaciones. Su piel iba tostándose al calor de un astro recién estrenado, mientras su único compañero exploraba su cuerpo para apagar en ella una sed que ningún otro fruto del paraíso podía saciar.
Mas narran las lenguas bífidas que, el día en que la mujer se sumergió en el éxtasis, cruzó la mirada con el arcángel.
No supo Uriel del peso de sus alas hasta que Eva le sonrió. Y deseó que fuese suya.
Parece ser que aquel verano las manzanas maduraron pronto.

1 comentario:

  1. Un gran relato y, además, bien contado.
    Solo que estas cosas siempre me recuerdan lo mal que solemos quedar los hombres en la mitología en cuanto que aparece una manzana. He ahí al propio Adán o a Paris. Y todo porque nos limitamos a seguir un instinto que traemos de serie...

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