Solo
era eso: una pequeña pelusa en el borde de sus párpados. Tiré con suavidad y se
deshilacharon sus pestañas. La hebra se alargó hasta la comisura de sus labios,
donde descosí una última sonrisa. Al llegar al corazón, el ovillo era puro
enredo. No me amaba.
Éste no es de las microjustas. O por lo menos no me suena. Pero es fantástico. Me encanta.
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