«Te
quiero», se leía en el trozo de papel guardado en el bote de galletas. Y lo
mismo ponía en el doblado bajo la ropa, y en la librería, entre los cuadernos
de viajes. Desde que lo diagnosticaron, solía esconderlos para que su esposa
los descubriera en cualquier rincón, por si un día no recordaba decírselo al
despertar.
Pero
el olvido solo se llevó la mitad, y cuando, meses después, ella lo encontraba
desorientado e inquieto con las manos llenas de papelitos, bastaba con
abrazarlo y susurrarle al oído: «Y yo a ti».
Y su mirada perdida recuperaba ese brillo tan especial.
Microrrelato para Esta Noche Te Cuento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario