Necesitaba sentir el
tacto de su piel, mil veces acariciada con el pensamiento, y supo que no
resistiría aquella agonía.
—Quiero ser libre
—suplicó. Solo el sabor de su boca y de su cuerpo alivió el dolor de las
heridas sufridas cuando le arrancaron las alas.
¡Anda mira, se ha caído una máscara por aquí! Seguramente todos sabían quién había detrás de ese sitio tan al sur, pero como yo soy tan inocentón, no lo habría dicho nunca. Desde luego, es una lástima que hayas caído tan pronto; tu pluma azul era una de la que mejores relatos ha ido escribiendo en estas ediciones.
ResponderEliminarUn abrazo.
Bueno, a veces en la tierra es dónde se encuentran los verdaderos ángeles, lo que pasa que ellos no saben que lo fueron, perdieron la memoria cuando les arrancaron las alas.
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