lunes, 18 de octubre de 2021

Papá Vesubio


Para cuando el volcán entró en erupción, ya teníamos la sonrisa de ceniza y tiznada el alma. El estruendo hizo que los tabiques de casa temblaran y el reloj de pared cayera al suelo, grabando la hora en nuestras retinas.

Esta vez su furia nos cogió desprevenidos, y mamá se interpuso para marcar mi camino de huida. Pero una lengua de lava ardiente le alcanzó la piel, dejando una nueva quemadura.

Y, aunque aquella mañana volvimos a amanecer petrificados, pasó mucho tiempo hasta que el sol nos descubrió abrazados bajo la cama en nuestra pequeña Pompeya.

 

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