Mi
madre devora cualquier libro que cae en sus manos. La observo masticar
despacito, y al tragar pone la misma cara que yo al comer helado.
Unas
veces, las frases se quedan atrapadas entre sus dientes y se desprenden de
forma inesperada en medio de alguna conversación. Otras, las letras caen como
migajas sobre su falda, y las recojo para guardarlas en mis bolsillos. A
escondidas las reúno sobre mi escritorio, y hago una macedonia de palabras
nuevas que me deja un delicioso sabor de boca.
De mayor quiero alimentar así mis
pensamientos. Nunca he conocido a una persona más fuerte que ella.
¡Qué original! Enhorabuena, es todo creatividad.
ResponderEliminarSAludos.
Por fin has vuelto a permitir los comentarios en tu blog. No sé si se te habrá pasado y ha sido un descuido, pero voy a aprovecharlo para decirte que sigues escribiendo verdaderas maravillas, María.
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