Creyeron
que solo existía en los libros, que su silueta era alargada como el filo de un
sable y que se alimentaba de las cosechas que arrasaba a su paso. Pero la noche
que entró aplastando los cercados del pueblo, descubrieron su insaciable
apetito y su especial predilección por los niños. Los arrancaba de casa, y
aguardaba a que el olvido consumiera sus cortas historias infantiles. El día
que Olek consiguió escapar de sus garras, después de contemplar de cerca su feo
rostro, gritó con todas sus fuerzas: «¡Te odio, Guerra!».
Aunque,
para entonces, el monstruo ya había devorado amigos y juguetes.
Microrrelato para Esta Noche Te Cuento.
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