Nos lamentamos,
hipócritas, de no haberlo visto venir. Las raíces estaban sueltas, las ramas
eran pesadas, y la inclinación iba en aumento. Pero una vez se hubieron llevado
al hombre, aplastado por el árbol, la gente todavía encontró entretenimiento
observando cómo los bomberos cortaban el enorme tronco sobre la acera.
Matilde se colocó el
audífono y escuchó el rugido de las sierras en la calle. Salió de la casa
intrigada por el ruido, preguntándose dónde demonios habría ido su Antonio a
buscar el pan.