miércoles, 18 de junio de 2014

Ideas peregrinas


Junto al muro del cementerio había un árbol cargado de avellanas. Los niños solíamos tapar con ellas los huecos que habían dejado las balas. A mi abuelo lo mataron en ese lugar cuando, haciendo honor a su juramento hipocrático, decidió volver al pueblo para atender a sus enfermos;  no sospechaba que por ello lo harían fusilar.
Nunca supe qué agujero era el suyo; de haberlo sabido, hubiera metido mejor una castaña. La abuela dice que le gustaban a rabiar. Me contuve porque los demás me habrían plagiado la idea, y entre todos nos hubiéramos cargado la memorable pared. 




2 comentarios:

  1. La belleza de tu relato, su entrañable fuerza que late en la sangre ya hecha piedra, honra de la mejor forma a tantos y tantos que nunca, ni en el final, se rindieron.

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  2. Maria, un microrrelato nostálgico que une a dos generaciones de una forma muy original y hasta poética. Esa idea de rellenar agujeros de balas con avellanas o castañas es muy buena.

    Saludos.

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