Mil
veces se cruzan nuestras sombras sobre el mapa de la vida y, mientras deslizas
tus caricias silenciosas por mi cuerpo, van desapareciendo las marcas de tus
dedos como si nunca hubieras rozado mi piel, ni tus besos mi boca. Y, sin
embargo, aquí estuviste dejando tus huellas. Eres real; indeleble. Lo
sabe el eco de mis palabras al nombrarte y la herida profunda de tu
ausencia.
Se
paran los relojes que secuestran el destino, y jugamos a esquivar las certezas.
Es más sabio el deseo cuando sabe de placeres y libera ataduras. Yo sigo el rumbo que anduviste en tu pasado, y
tú aprendes a desandar mis miedos. Así nos encontramos: atrapando los sueños
que nos son prohibidos.
Llueve
en tu mundo cuando se hace invierno en mis labios; las estaciones se alargan,
eternas, en la gris espera. Exilio el desaliento de mi noche, porque mis
promesas aguardan que amanezca. Puede que hoy no alcances mi estela, pero
anhelo paciente tu regreso. Volverán los segundos a rondar mi almohada. Tal vez
algún día. Quizás... mañana.
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