Descendió de nuevo por la madriguera, y llegó hasta el familiar pasillo. Estaba preparada para regresar. Esta vez enfrentaría sus miedos, y escogería la puerta correcta. El tiempo no volvería a escaparse tras el dichoso conejo blanco, porque sus días estaban llenos de proyectos. No habría más dudas sobre el camino a seguir, ni dejaría que nada enredara su mente a la hora del té.
Sonrió al contemplar el tatuaje con forma de corazón, dibujado en su brazo. Tenía respuestas para todos, incluso para aquella voz felina que retumbaba en su cabeza. Ahora que Miguel estaba con ella, no volvería a temer por su vida. Aferrada a su mano se sentía segura; la apretó con fuerza, dispuesta a dar el paso.
Se volvió hacia él para buscar su mirada alentadora, y una fuerte descarga la sacudió de pies a cabeza. Descubrió, horrorizada, cómo su ángel guardián tomaba un trago del pequeño frasco de licor que había sobre la mesa, y comenzaba a hacerse más y más pequeño. Arrastrada por el impulso de seguir junto a él, Alicia también bebió, y rompió a llorar desconsoladamente.
Maria, recuerdo esta imagen de un Viernes Creativo allá por el Pleistoceno, el micro no; son tantos los que uno acaba leyendo que no me acuerdo ni de los míos. Pero me ha gustado este juego homenaje a Alicia y el ritmo que le imprimes al micro con ese final tan sorprendente.
ResponderEliminarEsto... ¿Y cuándo dices que vuelves a escribir en los Viernes Creativos?
Abrazos.