Se desliza el alma en la húmeda espesura, en el juego del tiempo muerto y la mente esquiva. Entra en este jardín secreto, de caminos y veredas dormidas. Este es el lugar donde trepan los sueños y se enredan los silencios de madreselvas y orquídeas. Ven al jardín de las mil palabras y la lengua muda; en su fresca penumbra te espero, sueño y vivo.
La
pluma era una prolongación de sus dedos, y los ojos elevaban su mirada más allá
de lo que veía cualquier mortal. Por eso, su cuerpo proyectaba una estela de
palabras al escribir. Su imaginación siempre iba por delante, y él desaparecía.
Los escritores bajitos, en el solsticio tropical, proyectamos sombras breves. Los gigantes que residís tan al sur, en los largos atardeceres equinocciales, alargáis vuestra estela al infinito literario.
Los escritores bajitos, en el solsticio tropical, proyectamos sombras breves. Los gigantes que residís tan al sur, en los largos atardeceres equinocciales, alargáis vuestra estela al infinito literario.
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