martes, 29 de diciembre de 2020

La forastera

 


Mientras chirrían tus arrugadas costuras de bronce, tañes sin pausa con tu lengua de metal. Acallas así los murmullos de los vecinos cuando la ven cruzar la plaza. Apartan la mirada y cierran puertas y ventanas, dejando los bancos del pueblo huérfanos de ancianos. El alcalde sabe que ha venido para quedarse más tiempo del acostumbrado, y le tiembla el pulso al revisar el padrón.

Solo tú sigues tocando a réquiem a modo de bienvenida. Dicen que la Parca gusta del sonido de las campanas y de los años bisiestos.


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