Se miraron como quien contempla su propio reflejo, con el tiempo suspendido en las pupilas y mil preguntas en la mente. Nadie más podía haber sido tentado así, en aquel lugar y de aquella manera. A punto de rozarse el pensamiento, una pequeña mano tiró de Silvia en dirección contraria. «Mamá, corre, papá ya ha llegado con el coche».
Ambos esquivaron suavemente las palabras, para proseguir caminos distintos.
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