jueves, 31 de diciembre de 2020

Alquimia


En Sanlúcar, justo en el lugar donde el río se vuelve mar, el sol convierte en plata todo lo que toca. Por eso se enciende la luz en la piel de los chiquillos de tez morena que en las tardes de agosto juegan en la playa a esperar que Febo suelte los caballos de su carroza. El dios, a cambio de una copa de manzanilla y una tortillita de camarones, se reconcilia con los hombres y deja que jinetes y amazonas monten los purasangres.

El galope de los cascos hace saltar los ocres y la espuma en un crisol de arena que a veces se fija a fuego en los ojos de sus gentes.

Dicen que en una de las carreras al joven Curro le cayó una mijilla de furia andaluza en las pupilas, y desde entonces pasea su ceguera y su guitarra por Bajo de Guía, donde las señoritas de buena familia pierden el pudor y maceran su amor de verano.

 

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