Se desliza el alma en la húmeda espesura, en el juego del tiempo muerto y la mente esquiva. Entra en este jardín secreto, de caminos y veredas dormidas. Este es el lugar donde trepan los sueños y se enredan los silencios de madreselvas y orquídeas. Ven al jardín de las mil palabras y la lengua muda; en su fresca penumbra te espero, sueño y vivo.
miércoles, 14 de mayo de 2014
La zancadilla
martes, 13 de mayo de 2014
Estatus social
Cada día, unas Skechers, negras y grises, del cuarenta y cuatro, se cruzan en el
parque con unas Nike, blancas y celestes, del treinta y nueve. Durante
unos minutos, sus propietarios se detienen a conversar, mientras la masculina
zapatilla derecha aprovecha para acercarse a su gemela desconocida y rozarla
con suavidad. Puede sentir el aroma de su piel, y el calor que desprende su
cercanía.
Ya de vuelta a casa, fantasea con ella. A su hermana
izquierda parece no importarle cómo se siente, le basta con que la cuiden y la
saquen a tomar el aire por las mañanas. Pero ella no desea ser una simple
deportiva, odia ver el mundo a toda velocidad, sin apenas tiempo para disfrutar
de su existencia. Envidia terriblemente al par de mocasines negros que
comparten armario a su lado.
Ellos viven la vida que ella siempre deseó tener; pasean por
sitios interesantes, e incluso suelen pasar la noche fuera. La última vez, pudo
contemplar desde su balda cómo cada uno de aquellos zapatos italianos se
acomodaba junto a un precioso par de zapatos rojos de tacón de aguja.
Siempre hubo clases.
lunes, 12 de mayo de 2014
Terrores nocturnos
Después de varias citas en las que me hice la difícil, y cuando
ambos demandábamos ya pasar un buen rato juntos, decidimos que sería buena idea
ir a meternos mano al coche, en algún lugar un poco más apartado. Ese era el
inconveniente de tener veinte años, y ninguna posibilidad de disponer de casa
propia. Me llevó a un parque periurbano en las afueras, bastante
solitario.
Aparcados en un recodo del camino, bajo una encina, iniciamos un
ritual de besos, camuflados por una noche sin luna. Él era un adonis; me volvía
loca. En pleno ardor de la batalla, hizo una pausa para pedirme unos minutos.
—No te preocupes —dijo—, volveré enseguida. Por alguna razón, el
silencio y la oscuridad hacen que el tiempo transcurra con exasperante
lentitud. Hacía apenas un instante que lo había oído trastear en el maletero;
después de aquello no pude distinguir ningún sonido, absolutamente nada.
Fue entonces cuando mi mente empezó a ponerse a la defensiva,
dejando que mis pensamientos se llenaran de malos presagios. Lo imaginé
golpeado por algún extraño, y tirado en el suelo; al momento sospeché que sería
él mi atacante, después de salir a coger un arma, y que estaría en algún lugar,
preparado para saltar sobre mí. Al fin y al cabo, no lo conocía tanto.
Instintivamente eché el pestillo. Necesitaba encender las
luces del coche, iluminar de alguna manera lo que había en el exterior, aunque
la visión que encontrara fuera aterradora. Me armé de valor, activé el
contacto, y automáticamente los faros se encendieron.
Y ahí lo encontré. Con los ojos desorbitados por el repentino haz
de luz, y el rostro desencajado. Tenía las manos aferradas al guardabarros
delantero, y el cuerpo en cuclillas; entre sus dientes, un flamante rollo de
papel higiénico. Entonces, solo tuve una certeza: la naturalidad en las
relaciones de pareja está sobrevalorada.