Buceo desde la zona
abisal hasta la superficie. Al contacto con el aire, las agallas se cierran, y
mis atrofiados pulmones me provocan un desagradable dolor en el pecho. Tuve
suerte de que la explosión me alcanzara sumergido a mucha profundidad. La
radiación en el fondo marino transformó mi cuerpo y me convirtió en este ser
mutado. En tierra, la vida humana ha sobrevivido a los estragos que la
radioactividad ha provocado en sus cuerpos.
Pruebo suerte durante
unos interminables minutos. Desde que la fauna marina desapareció de aguas poco
profundas, apenas he visto humanos cerca de aquí. Es una mujer. Un antiguo
recuerdo, parecido al deseo, despierta mis instintos. Nado, acechándola
silencioso; una presa fácil que termino arrastrando conmigo.
La cercanía de su
cuerpo aleja, por primera vez en muchos años, la punzada de la soledad,
pero un pinchazo aún más intenso en el estómago me recuerda que, en este abismo
donde habito, apenas quedan seres vivos para alimentarme. Y estoy hambriento.
Finalista en el V Certamen de Microcuentos Fantasti’cs.
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