miércoles, 8 de julio de 2015

La nodriza




      Las xanas encontramos una niña a los pies de nuestro árbol madre. Una criatura abandonada por su especie, que la centenaria haya adoptó y entregó a nuestro cuidado. Creció en destrezas, adaptando las plantas de sus pies a las fuertes raíces de su inmóvil progenitora, y enredó sus oscuros cabellos en las ramas que ascendían buscando la luz. Mil veces se precipitó desde improvisados lechos, y en esas caídas su sangre y la savia se iban mezclando hasta convertirla en una criatura del bosque; un ser mágico desposeído de alas, que fue instruida en los dulces cantos de sus hermanas.
Caminaba sobre el agua, sostenida por nuestras manos, y aprendió con rapidez las trampas de nuestros juegos amorosos en el esperado solsticio. Siempre pensé que su presencia entre nosotras sería más castigo que dicha, pues, mientras seguíamos esperando anhelantes un amor que rompiera nuestro hechizo y nos volviera mortales, ella ya había escogido a su caballero y abría sus verdaderas alas para volar lejos. Estaba equivocada. Cada primavera regresa para amamantar a nuestros hijos y devolvernos el don de la vida.

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