Nací en el norte, y mi vida fue un viaje de descenso para descubrir los parajes más hermosos. Heredé de mi madre su pasión por la botánica y de mi padre la paciencia para aguardar acontecimientos; así, aprendiendo la cambiante naturaleza de los árboles, esperaba hallar mi verdad.
La encontré en el alma de una mujer, a la sombra de un haya, en un bosque europeo. Allí eché raíces y me convertí en un fuerte roble. Mis brazos, como ramas, columpiaron a los hijos que llegaron, y permanecí atento a las estaciones. Pero el viento trajo voces de modernidad y se convirtió en huracán, tornando gris el paisaje. El mundo cambiaba alzando muros de indiferencia y la llamada del sur regresó.
Volví a ser nómada y retomé la ruta abandonada, junto a los míos. Cruzamos el mar buscando extensas llanuras y altas montañas, tras las señales del sol y de la tierra árida. Encontré el final del camino a los pies de un baobab. Mi familia contemplaba atónita aquella especie, que parecía sembrada cabeza abajo dejando al aire sus raíces.
―¿Por qué está del revés? ―preguntó mi hijo pequeño.
―Ya ni los árboles desean ver lo que estamos haciendo con nuestro mundo y se esconden como un avestruz ―bromeó mi esposa.
Solo al llegar la noche y observar el firmamento estrellado, entendí la razón de sus palabras. La mano del hombre lo había alcanzado todo. Era el momento de mirar al cielo y elevar una plegaria.
Seleccionado y publicado en la III Antología “Purorrelato”, de Casa África
¡Enhorabuena, María! Esta antología son palabras mayores por la selección de buenos relatos, como este tuyo por ejemplo.
ResponderEliminarMe ha gustado la alegoría que has utilizado para defender que en las raíces, en el origen, radica la verdadera felicidad y que con tanto avance tecnológico perdemos de vista de donde somos.
Disfruta de la publicación y a por más reconocimientos.
Un descenso hacia el sur y hacia la propia esencia del ser humano. Me ha gustado como has hecho que la propia naturaleza se esconda ante la acción del hombreen una hermosa reflexión. Felicidades por esta selección; me consta que el jurado de Casa África tiene unos criterios literarios de lo más exigentes. Muy bien, María!
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